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Frente a las elecciones… querer a México
No es un secreto que la política está manchada y tachada. Por eso a miles les aburre o desespera abordar el tema: “en política y en religión nunca nos vamos a poner de acuerdo”, se dice.
En una situación tan compleja como la de México es comprensible tanto “cansancio” y “fastidio”. Aunque me parece poco justo generalizar a todos los políticos como lo peor que existe (sinceramente no lo creo), sí que es verdad que la corrupción nos tiene hartos. La de antes y la de ahora.
Solo en Tamaulipas se persigue, castiga o investiga a los últimos gobernadores por serios delitos (incluyendo el actual, sin esclarecerse nada todavía). Sin duda, esto fue lo que sacó a unos del poder y llevó al poder al partido gobernante.
Algo parecido pasó en Nuevo León, donde el actual gobernador se dice “independiente”: separarse del partido donde militaba y amoldarse a un lenguaje popular le catapultó a la gubernatura (no así a la presidencia).
Creo que a nivel nacional pasó lo mismo: los ciudadanos -a veces llenos de rabia- quisieron dar un castigo a los “políticos de siempre”. Ante esto llegó uno que, independientemente de su historia y relaciones, dijo “no ser como los demás” (cosa que todavía se atreve a sostener).
Entre la victimización del supuesto fraude, la fundación de su propio partido, la promesa de derribar a los poderosos y quitarles sus privilegios, el no tener reparo para hablar, gritar o denunciar en público a los corruptos y a los que no piensan como él, llenó el ojo de la mayoría de los mexicanos.
Juntándose el hambre con la necesidad llegó al poder la supuesta izquierda. Juntándose el coraje, la venganza y la bilis, desde hace unos años no hemos sido un único país, sino dos: “el de los buenos” y “el de los malos”.
No puedo entrar más en la cuestión, pero apunto que de lo ya dicho solo puedo palpar la poca fortuna de un Gobierno Federal y un presidente que construye castillos de aire con palabrerías, sentencias, descalificaciones, “otros datos” y polarizaciones. A la vez, un Tamaulipas en batalla campal para ver quien sale “mejor parado”.
Sin pretender ser pesimista, cada día me convenzo más de que tanto los de un partido como los de otro le han fallado a México. Sin negar que dentro de ellos también hay personas honestas y trabajadoras, afirmo que en resultados ni uno ni otro han pasado de ser una mera tentación que no cumple lo que promete.
Ante esto los ciudadanos no podemos solamente echarnos a llorar. Hay que buscar salidas. Hay que exigir que los hombres y mujeres que se dedican a la política lo hagan bien. Los que ya están y los que quieren ocupar los cargos.
Hay que conocer, cuestionar, indagar. También renunciar a que nos “de igual” la política… ya vimos que dejándole la responsabilidad a unos cuantos solo se nos ve la cara.
Es la hora de querer más a México para erradicar la corrupción también desde el trabajo, la escuela y la familia.
Hay que dejar de lado la bilis, que destruye todo lo que puede, y hay que buscar construir castillos reales que hagan frente a las auténticas carencias: nos falta educación, salud, trabajo, respeto. Nos falta más desarrollo integral y menos sed de poder o venganza.
Ante las próximas elecciones los ciudadanos no podemos renunciar a estar atentos, los funcionarios han de seguir trabajando en lo suyo y los candidatos han de postularse y competir con honestidad. Es la hora de participar honradamente por México y no por los propios intereses.