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El odio desdice a la humanidad

En torno al día de la mujer se despiertan diversidad de opiniones, juicios y movimientos. Lejos de detenerme en cada postura o grupo, tengo que afirmar que la causa por la defensa y la promoción de la mujer, en nuestros días, es tristemente necesario.

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En torno al día de la mujer se despiertan diversidad de opiniones, juicios y movimientos. Lejos de detenerme en cada postura o grupo, tengo que afirmar que la causa por la defensa y la promoción de la mujer, en nuestros días, es tristemente necesario.

«Necesario» porque es evidente que hoy, si bien no siempre en lo formal sí en lo práctico, sigue existiendo discriminación y abuso frente a las mujeres, colocándolas en un puesto de gran vulnerabilidad dentro de la sociedad mexicana.

«Triste» porque, en pleno siglo XXI, existen muchos hombres y mujeres en quienes permanecen mentalidades que privilegian a unos y excluyen a otros por razón de su sexo, credo, nacionalidad o raza.

Tanto lo primero como lo segundo, es decir, tanto la desigualdad y el abuso como cualquier tipo de discriminación y odio, nos desdicen como sociedad. Incluso, me atrevería a afirmar, nos desdicen como humanidad.

Por eso, con este marco, hago un llamado a la conciencia de los ciudadanos a trabajar con sinceridad y valentía por el respeto de la dignidad de todas las personas.

Sin duda, esto implica oponernos con firmeza a cualquier tipo de injusticia, tanto la que viene de las instituciones como la que se puede dar en nuestro propio entorno (familiar, laboral, educativo). Y, a la vez, levantar la voz para exigir justicia por quienes han sido víctimas de la estupidez de la desigualdad, la violencia y el odio.

No podemos olvidar que, aunque cada uno tengamos distintas capacidades, nos complementamos y formamos una única humanidad. Nos urge recordar que todos somos hijos de Dios, y, por tanto, aunque a muchos les importe poco, todos tenemos la misma dignidad (Gn 1,27).

Hoy por hoy, alzar la voz por la equidad y la justicia en los trabajos, las escuelas, las familias, la política, los gobiernos, la Iglesia y en cualquier estrato de la sociedad es una tarea que nos urge a todas las personas y, por su puesto, al mismo Dios, que se opone frontalmente a la opresión de la injusticia,
y al dolor y la muerte arbitraria.

Luis Donaldo González Pacheco

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